De haber vivido esta situación en otro momento de mi vida, seguramente hoy estaría llorando y preguntándome que diablos hice mal para que las cosas se den como en este caso.
Por suerte, ¿suerte o crecimiento personal? casi casi queno pasó nada de eso.
Bueno como sea, el caso es que estoy ubicada en otro lugar.
Mi fortaleza es más grande. Mi auto conocimiento, mucho más fuerte. Estoy más segura de mí, de mis capacidades, de mis desatinos, de mis valores.
Hay quienes me reprochan la forma de manejarme con la gente: “Lo que suma, perdura; lo que resta, se descarta”. Y me sueltan una mirada inquisidora. Pero es lo que aprendí, y lo pongo en práctica.
Este espacio que nació como sitio de catarsis, me resulta (lamentablemente) cada día más útil. Y eso se relaciona a que cada vez tengo que limpiar más y más, porque lo que creía puro, resultó ser una falacia.Y sí, la vida se trata un poco de esto, un poco de aquello, y termina siendo un cóctel de alegrías y de desilusiones. Tener que vivir esa decepción, tener que quitarme el velo una vez más, es otra vez, triste, amargo, penoso y como siempre, inesperado.
Lo que concluyo con cierta alegría, es el saber que no ha sido mi culpa, que esto no pasó por algo que yo haya generado.
Simplemente, es que hay gente que se maneja con códigos raros, tergiversados, que se olvidan de mucho y dan mucho menos, y no les importa. No les importa el daño que puedan causar en el otro.
Cuento a mi gente, en menos de diez dedos.
Y me duele tanto pero tanto, que escribo para no llorar.